martes, 20 de noviembre de 2012

Eterna discusión de un deporte sin fronteras


  Cada vez que se habla del rugby se piensa: ¿amateurismo o profesionalismo? En Argentina esta discusión persiste desde hace por lo menos 10 años, cuando los allegados a la disciplina comenzaron a ver cómo a ciertos jugadores se le daban beneficios que a otros no. Profesionalismo Para Todos.
  Hace más de 150 años que este deporte se instalaba en nuestro país. Y siempre se caracterizó por reunir una cantidad de valores morales y una dedicación que lo hace excepcional en relación a otras prácticas populares. Estuvo históricamente inmerso en un espíritu ligado al amateurismo, al amor a la camiseta, al compañerismo y otros valores que se presentan en cada partido.
  Quienes practican el rugby coinciden en defender esa esencia. Hugo Porta es una de las voces que se alza en disconformidad con el traspaso a la profesionalidad. Considera que si esto ocurre, los clubes se verían a ponerse en gastos que no podrían solventar, y terminarían desapareciendo o dejando de realizar la práctica. Porta es el representante argentino ante la IRB, y sus declaraciones siempre apuntan a relacionar al profesionalismo con el dinero y derechos comerciales.
  La contradicción en sus dichos se centra es que hoy en Argentina existe una semi profesionalización que es muy cuestionada en los pasillos de los clubes. La URBA (Unión de Rubgy de Buenos Aires) considera “profesionales” a aquellos jugadores que integran un Seleccionado Nacional, ya que éstos perciben retribución económica por participar de los diferentes torneos, además de sus sueldos en equipos del Viejo Continente, donde el rugby es remunerado. Por este motivo, dicha institución dictaminó que los jugadores que integren un seleccionado no participen del torneo.
  Esta división es muy contraproducente, ya que se debería buscar una solución al amateurismo y no ser terminante con aquellos beneficiados con becas de estudio y económicas, además de seguros de salud y viáticos. Lo cierto es que pese a eso, son considerados por la UAR como amateurs.
  Como pasa con todos los deportes, cuando toman cierta popularidad a partir de un logro internacional, estas discusiones recrudecen fuerte en la sociedad y los interesados toman partido por una u otra postura. Agustín Ezcurra, actual jugador de CUBA, expresó hace pocos meses lo siguiente: “Es muy difícil que el rugby sea profesional, porque que no hay plata para mantener planteles muy grandes. Los deportes que son rentados, salvo el fútbol, son de pocos hombres, como el vóley y el básquet. A pesar de esto creo que se tiene que empezar a pensar un poco en el profesionalismo y meterle cabeza para que convivan las dos estructuras, porque si no nos vamos a quedar afuera de la élite del rugby.”
  Y si se repasan las declaraciones de los jugadores de la URBA, la mayoría son indecisos en su postura o prefieren la opción de que sólo Los Pumas sean considerados profesionales. Pero el amateurismo hace que no todos puedan practicar el deporte en primera instancia. Sólo aquellos que puedan costear sus estudios o sus gastos personales además de sus traslados al club y las exigencias de éstos.
  Las transmisiones televisivas y la aparición de sponsors hacen replantear a los clubes la idea del profesionalismo, ya que perciben ingresos nuevos en un deporte que no para de crecer a lo largo y ancho del país.
  Entonces, la esencia del deporte, que se lleva como estandarte en el discurso de la defensa del amateurismo, continuará existiendo en tanto uno no se guíe por el dinero. El profesionalismo es sólo un empuje a los clubes para que la formación de jóvenes rugbiers se de en tierra propia y no se tengan que trasladar a Europa, Australia o Sudáfrica. El profesionalismo se debe tomar como un avance, para dejar atrás la práctica ocasional y transformarse en una potencia mundial

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